«Tara o privilegio, no importa: en cualquier caso, fatalidad de la especie, que conviene tener en cuenta. Las paredes se vienen abajo, las cortezas se desprenden y se pudren, las nubes son otras nubes en el momento mismo que uno se esfuerza en leerlas. Las referencias que proponen son pasajeras. Pero esta piltrafa de cobre permanece. Tan alterada que se ha vuelto inalterable. Ha pasado por las más severas adversidades, de manera que su longevidad y su resistencia desafían finalmente todo esfuerzo, no digo del hombre, ni siquiera de la vida, de la savia irreemplazable que estimula y que es tan fácil de devolver a la nada, sino de las energías más brutas sin instinto ni conocimiento que están más allá de la vida.[...] Ello no impide que un bloque de cobre parezca a la vez esbozo y ruina: incompleto y devastado. El proyecto abandonado, la obra arrasada se unen, se confunden en un volumen apenas inidentificable, pero donde se inscribe y se resume el destino entero del intento artístico: el fracaso al principio casi inevitable y, en caso de éxito y milagro, el deterioro final, más inevitable todavía. Entre tanto, dispuesta a seducir a un ser efímero e inconsecuente, la oportunidad de una gloria duradera, que le sobrevivirá mucho tiempo, pero no siempre». Roger Caillois Piedras